Armas – Revista Militar

ANATOMÍA DEL MIEDO SILENCIOSO

Por: Dra. Marilu Carrillo.

Médico Cirujano, Piloto Aviador, Conferencista Internacional Especialista en Neuropsicología, Medicina, Liderazgo y Fuerzas Armadas.

No todos los miedos gritan, algunos se sientan a tu lado, hablan con voz suave y te convencen de que esperar es lo mejor, lo hacen tan discretamente que puedes vivir años sin notar que no es tu capacidad de prudencia la que decide, sino tu miedo.

En operaciones militares, impide avanzar en oportunidades críticas; en la vida civil, se manifiesta en esa llamada que nunca hiciste, el negocio que dejaste pasar o la conversación que postergaste para mañana. El resultado es el mismo: Misión Perdida.

El miedo silencioso no es debilidad, es un mecanismo que vive en lo más profundo de nuestro cerebro, en el sistema límbico. Allí, la amígdala es la centinela que detecta peligro real o imaginario. Si interpreta que la acción implica un riesgo, dispara una señal que apaga tu capacidad de decisión.

Momento cuando el hipocampo compara la situación con recuerdos pasados y en caso de encontrar una pérdida, rechazo o un fracaso en la memoria ―aunque la situación sea distinta―, envía la misma respuesta: mejor no te muevas.

La corteza prefrontal, región del cerebro que debería ser el cuartel general de tus decisiones estratégicas, recibe menos sangre y oxígeno cuando el cuerpo entra en alerta. Por ello, no es posible pensar con claridad en una situación de miedo. 

SIETE ROSTROS DEL MIEDO SILENCIOSO

El miedo no siempre se manifiesta en forma de llanto o gritos de desesperación, lo hace a través de actitudes que esconden una reacción física o psicológica.

  1. EL PROTECTOR CRÓNICO

Su lema es más vale prevenir que lamentar― llevado al extremo―. En un operativo, no permite al personal avanzar si no se cuenta con la totalidad de variables controladas. En la vida civil, no permite al ciudadano cambiar de trabajo, invertir sus ahorros o arriesgarse a una experiencia que podría ser beneficiosa, lo estanca en su vida actual. 

Este candado mental se desactiva mediante la reducción progresiva del umbral de certeza.  El afectado puede fijar un porcentaje de seguridad de la información, con la que pueda actuar, por ejemplo 70%.  De esta forma, el cerebro aprende que actuar con información incompleta, no es sinónimo de peligro.

La toma de acciones controladas en un entorno seguro también mejora la confianza, como ejemplo, la persona puede presentar una idea sin previo ensayo, probar una ruta diferente o invertir una cantidad mínima que no represente un riesgo a su economía. 

  1. EL ESTRATEGA INMÓVIL

Este mecanismo de defensa hace creer al individuo que las variables calculadas se encuentran incompletas. En el ámbito militar, exige más trabajo de inteligencia al que ya se encuentra calculado, por lo que la oportunidad se evapora. En el civil, el escritorio del ciudadano se atiborra de planes, tablas y comparaciones, pero la ejecución nunca llega. Lo que parece preparación es en realidad, parálisis por exceso de análisis.

Dicha sensación puede contrarrestarse al definir una ventana de decisión, es decir fijar un tiempo máximo para reunir datos ―por ejemplo, 48 horas― y comprometerse a actuar sin importar que la información no sea perfecta. 

Simular escenarios con información y tiempo limitado,  habitúa al cerebro a decidir con los datos existentes y no con lo que sueña tener. Otra estrategia consiste en actuar con el 60% de información y ajustar el 40% sobre la marcha con lo que se reduce la carga cognitiva y se entrena la flexibilidad operativa.

  1. EL GUARDIÁN DE RECURSOS

Este mecanismo apunta su brújula a la conservación. En combate, guarda munición, combustible o equipo como si la reposición fuera imposible, incluso cuando la situación exige usarlos. En la vida civil, no permite al ciudadano invertir en formación profesional, herramientas de trabajo o mejoras para su hábitat, convenciéndolo de que “ya habrá tiempo” o de que “no vale la pena el gasto”. La idea aparente es proteger, pero el verdadero sentido es el miedo a la escasez.

Para contrarrestar esta máscara, el interesado puede implementar un plan de reposición, en el que se defina con exactitud cómo y cuándo reemplazar el recurso en cuestión. Otra solución, es ejecutar un ejercicio de liberación gradual, programar micro despliegues de recursos, como el empleo del 5% de las reservas a cierta hora del día, con lo que se implanta una sensación de seguridad aún después del uso de recursos.

  1. EL EMBOSCADO EMOCIONAL

El siguiente rostro del miedo, finge modestia, pero en realidad teme ganar. En el terreno militar, incita al personal a evitar ascensos o rechazar misiones de alto perfil, porque un nuevo rango implicaría mayor exposición y responsabilidad.

En la vida civil, es responsable de postergar emprendimientos, rechazar oportunidades o evitar decisiones que podrían colocar a la persona en el centro de atención, percibe la oportunidad más amenazante que el fracaso, ganar significa salir de la zona de control, exponerse a nuevas expectativas, evaluaciones y posibles críticas.

La visibilidad gradual, ejecutada en acciones como dar un breve informe, aceptar un cargo visible o liderar un segmento de misión, permite al emboscado exponerse a pequeñas dosis de observación y acostumbrar al sistema nervioso a la exposición controlada.  Otra estrategia, es reprogramar la narrativa interna, a través de frases como: “voy a tener más recursos para lograrlo”, en vez de “van a esperar demasiado de mí”, sumadas a la recreación mental de escenarios exitosos, con lo que el cerebro registrará las acciones como familiares. 

  1. EL CUSTODIO DEL MANUAL

Se manifiesta como un guardián estricto de las normas. En el ámbito militar, se encarga de que cada protocolo se siga al pie de la letra y cuando se sale del plan, la capacidad de decisión del individuo se reduce drásticamente. En este caso, la disciplina se convierte en una trampa, cuando la realidad exige flexibilidad inmediata.

El entrenamiento en fallos programados, contribuye a registrar en la mente variables de tiempo, recursos e información, con los que se obliga al cerebro a improvisar y emplear los recursos disponibles. 

  1. EL SILENCIADOR DE IDEAS

Actúa como un observador preciso, reúne información valiosa que podría cambiar el rumbo de una operación o mejorar un proyecto, pero calla. En el terreno militar, no los comunica por temor a contradecir a un superior o alterar la dinámica del equipo. En la vida civil, trata de evitar críticas, juicios o el peso de la visibilidad. Deja ir la información no porque sea inútil, sino porque el miedo al rechazo pesa más que el éxito potencial.

Limitante que puede ser desactivada mediante el ejercicio de intervención mínima, en otras palabras, practicar comentarios breves y claros ―menos de 10 segundos― en reuniones mentales o simuladas,  para reducir la barrera de entrada a la participación.

  1. EL DESERTOR PREVENTIVO

Obliga a la víctima del miedo a rendirse, no por cansancio o falta de recursos, si no por precaución. En la actividad castrense, interrumpe una misión cuando surgen variables inesperadas, aunque aún sea viable adaptarse.

En la vida civil, la orilla a abandonar proyectos o relaciones justo antes de llegar a la etapa decisiva, argumentándose que es mejor retirarse y evitar una caída mayor. Pero en realidad no se huye del fracaso, se huye de la incertidumbre. Dicho miedo se contrarresta mediante la técnica de recompensa de permanencia, el individuo debe realizar un esfuerzo tangible o pausa estratégica para que el cerebro relacione la permanencia con beneficio y no solo con esfuerzo. 

De igual forma, se recomienda desarrollar  “tolerancia a la incertidumbre”, mediante la exposición a escenarios con variables cambiantes, lo que ayuda a reducir la respuesta automática de retirada.

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